Científicos abogan por esparcir agua salada en las nubes para ayudar a enfriar el planeta

Traducido por Javier Ponce de Leon

La geoingeniería es una de las propuestas más controvertidas para combatir el cambio climático. La idea consiste en realizar pequeñas manipulaciones a grande escala de la atmósfera de la tierra para contrarrestar el aumento de las temperaturas.

En un nuevo estudio, investigadores de la Universidad de Washington (UW) abogan por un método de geoingeniería conocido como «nube marina brillante» (marine cloud brightening). La técnica implica rociar las nubes marinas que se encuentran a baja altura con sal marina, creando así más nubes que refracten el calor hacia el espacio.

Los científicos de la UW dicen en la revista Earth’s Future que llevar a cabo pequeñas pruebas controladas con nubes marinas brillantes proporcionaría datos sin precedentes para comprender los efectos de los aerosoles en la formación de nubes y la refracción de rayos solares resultante de esta actividad.

El efecto producido por las nubes en el clima es una de los misterios más grandes de los modelos climáticos actuales. De hecho, los climatólogos creen que el incremento de la polución desde la Revolución Industrial ha creado nubes más brillantes y refractantes. Sin embargo, desconocen el alcance de estos efectos.

Los investigadores afirman que existe una necesidad de realizar más experimentos controlados para evitar las lagunas sobre el proceso físico que rige el comportamiento de nubes y de la manera en que estas reaccionan frente a las emisiones creadas por el hombre. Asimismo, gracias a una serie de experimentos a pequeña escala que comprende la inyección de un número específico de partículas en la capa límite marina, los investigadores estarían en condiciones de observar los efectos de estas partículas en las propiedades de las nubes artificiales y compararlos con las propiedades de las nubes creadas naturalmente.

Los investigadores están creando un pulverizador que puede convertir el agua salada en gotas diminutas, permitiendo así rociar cada segundo billones de estas partículas de aerosol en la atmósfera. Esta es la primera fase de un plan de tres años.

Una vez que el pulverizador haya sido perfeccionado, se proponen probarlo en el laboratorio, realizar pruebas preliminares en la costa de la Bahía de Monterrey y, por último, realizar pruebas mar adentro. Los científicos esperan que, si estas pequeñas pruebas con esta tecnología dan resultado, se puedan llevar a cabo versiones de la misma a gran escala en extensiones más importantes del océano.

Este no es el único experimento que tiene lugar actualmente. Recientemente, el equipo del físico de Harvard David Keith ha recaudado fondos para realizar un pequeño experimento de geoingeniería con el fin de atenuar la luz del sol. Este consiste en soltar un kilogramo de carbonato cálcico (o de otro material) desde un globo ubicado a una gran altitud para ver cómo esto afecta la física de la atmósfera. Sin embargo, Keith sostiene en un reciente libro que antes de lanzarnos de lleno en este experimento tenemos que comprender la geoingeniería en profundidad.

Manipular deliberadamente la atmósfera del planeta pone sobre la mesa temas de orden técnico y ético. Por ejemplo, refractar la luz solar podría afectar la productividad agrícola y la producción de energía solar. Lo que es más, podría acarrear consecuencias impensadas realmente catastróficas. De hecho, la comunidad científica teme que podría ir en detrimento de la reducción de emisiones de dióxido de carbono.

« Hay una cuestión de orden científico, sobre si podemos hacerlo; pero existen otra de índole ético, acerca de si deberíamos hacerlo y otra política sobre cómo hacerlo», dice Thomas Ackerman, profesor de ciencias de la atmósfera por la UW y autor del estudio, en un comunicado de prensa. «Soy agnóstico al respecto. Quiero experimentar con la geoingeniería para saber si funciona, pero al tiempo que considero que debemos preguntarnos si debemos hacerlo».

Fuente: Robert Wood et al. Could geoengineering research help answer one of the biggest questions in climate science? Earth’s Future. 2017.

Foto: John MacNeill

Share This Article