Traducido por Ana Ojeda
Mientras la tasa de crecimiento de ciertas poblaciones nativas de herbívoros de gran tamaño tiende a disminuir rápidamente, otras de su mismo género están aumentando en nuevos lugares, quienes sin duda son vistos a menudo como extranjeros desagradables Y una fuente de catástrofe ambiental. Es una extraña dicotomía, dicen algunos ecologistas, la cual ha cegado a la población acerca de la potencial importancia de estos denominados invasores.
Más que un problema, esta mega fauna introducida – como los caballos salvajes y los burros en América del Norte, o los camellos dromedarios y el ganado salvaje en Australia – puede restaurar una riqueza que ha desaparecido ampliamente de nuestros paisajes. El declive de los grandes herbívoros no comenzó recientemente; esta data a miles de años atrás, en el Pleistoceno, cuando docenas de especies de mega fauna se extinguieron. Desde una perspectiva de largo plazo, los paisajes que nos parecen normales están en realidad empobrecidos. Sin embargo, estos podrían ser renovados.
“En el Pleistoceno, las influencias ecológicas de la mega fauna herbívora en los regímenes de perturbación, la dispersión de semillas, el ciclo de los nutrientes y la estructura de la comunidad estaban omnipresentes”, escriben los investigadores en la revista Ecography. “La introducción de la mega fauna ha aumentado potencialmente su pérdida diversidad funcional y taxonómica en la mayoría de los continentes”. Incluso, en palabras menos académicas del autor Erick Lundgren, biólogo de la Universidad Estatal de Arizona, “este artículo ofrece una visión de un mundo real y salvaje antes no visto “.
Lundgren y sus colegas, revisaron primero el estado global de las especies de grandes mamíferos herbívoros. De las 74 especies que quedan, no menos de 44 están amenazadas de extinción en lo que es considerado su clasificación original. Esta situación es una tragedia en sí misma; a su vez también tiene profundos efectos ecológicos. Como sus homólogos extintos, la mega fauna contemporánea son los ingenieros de los ecosistemas. Sus huellas y patrones de pastoreo fomentan la abundancia y la riqueza. En su ausencia, los ecosistemas pueden transformarse en sistemas más simples y menos verdes.
Sin embargo, rara vez se considera si las categorías de especies introducidas pueden desempeñar funciones similares. Cerca de 22 tipos de herbívoros de gran tamaño han establecido poblaciones fuera de su área de distribución nativa, donde la mayoría está realmente amenazada o en vía de extinción. “Las reducciones en la riqueza de especies en todos los continentes desde el Pleistoceno han sido contrarrestadas por el aumento de la mega fauna introducida”, escribe el equipo de Lundgren. Y aunque a menudo son percibidos, al menos por muchos conservacionistas, como innatural, el equipo de Lundgren sostiene que estas especies introducidas llevan un antiguo legado ecológico.
En los Países Bajos, los caballos salvajes y el ganado crean parches de pastizales en los bosques. Los camellos dromedarios, que son capaces de comer plantas que crecen en aguas altamente salinas, ayudan a propagar sales esenciales a lo largo de sus territorios. Lundgren está especialmente interesado en los burros salvajes. Descendientes de los animales introducidos en el suroeste de los Estados Unidos por los colonizadores españoles, estos pertenecen al mismo género de los caballos stilt-legged extintos quienes una vez poblaron las Américas. A menudo es apreciado, dice Lundgren, la habilidad de los burros de percibir el agua dulce, cavando manantiales que se convierten en oasis para otras especies del desierto.
Visto de esta manera, la mega fauna introducida son medios para “el retorno a la vida silvestre”, ya que los intentos para restaurar los procesos ecológicos perdidos son conocidos. Esa idea puede causar algunas molestias: los animales como el jabalí y los caballos son percibidos como destructivos, y los investigadores consideran que la mega fauna introducida “puede ejercer una fuerte presión en el pastoreo en detrimento de otras especies”. Pero estos problemas, dicen ellos, usualmente son el resultado de una ausencia de depredación. En lugar de culpar y matar a los caballos salvajes, la gente puede tratar de proteger a los pumas, que son frecuentemente cazados en áreas donde se considera que los caballos salvajes superpueblan.
La tendencia a concentrarse en los problemas de las especies introducidas, mientras se subestima la importancia de la depredación ha sesgado nuestra percepción, menciona el equipo de Lundgren. “La mayoría de los estudios se llevan a cabo a partir de la premisa que las especies introducidas son dañinas y deben ser suprimidas o erradicadas”. Tener mentalidad abierta podría contribuir a la ciencia y también a unir a los conservacionistas con personas que simpatizan en favor de estos animales.
Lundgren señala que el enfoque de una mente abierta también es práctico. “Si queremos que el grupo funcional de los grandes herbívoros sobreviva a su declive actual, ¿no deberíamos protegerlos dondequiera que puedan vivir?” pregunta Lundgren. “Si tuviéramos que erradicar los caballos en América y luego los caballos en Mongolia se extinguieran, ¿hemos contribuido a nuestro objetivo de frenar la sexta extinción?”
Fuente : Erick J. Lundgren, Daniel Ramp, William J. Ripple, Arian D. Wallach. “Introduced megafauna are rewilding the Anthropocene.” Ecogeography, 2017.
Imagen: Rylee Isitt / Flickr