Traducido por Brenda Moreno Espinosa
¿Qué no nos gusta de las bombillas de LED? Usan menos energía que sus primos incandescentes y fluorescentes y duran más. Se proyecta que ahorrarán miles de teravatios por hora de energía en las próximas décadas y ahorrarán a los usuarios miles de millones de dólares en costos de electricidad.
Pero esta tecnología revolucionaria de ahorro de energía tiene un inconveniente. Cada vez es responsable de más contaminación lumínica, informan investigadores en la revista Science Advances.
El estudio muestra que el área terrestre iluminada artificialmente en todo el mundo ha aumentado un 2,2 por ciento en promedio cada año entre 2012 y 2016. Esto ha hecho que nuestras noches sean cada vez más brillantes, lo que no es bueno para la salud humana o animal.
Hemos estado perdiendo cielos oscuros desde la creación de la luz eléctrica. La contaminación lumínica se ha relacionado con trastornos en el ritmo circadiano, la depresión, la diabetes e incluso el cáncer. También puede interferir con la migración de los animales, la reproducción y las interacciones entre especies e interferir con la polinización y los patrones de crecimiento de las plantas.
Científicos del Centro Alemán de Investigación GFZ de Geociencias en Potsdam Alemania, estudiaron imágenes tomadas cada octubre entre 2012 y 2016 por un satélite de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica. Encontraron brillo nocturno estable en 39 países que ya eran brillantes, incluidos los Estados Unidos y los Países Bajos.
Descubrieron que hubo un rápido aumento en 59 países y un aumento extraordinario de más del 150 por ciento en 20 países. El crecimiento se produjo principalmente en África, Asia y América del Sur.
Los investigadores señalan que estos aumentos apuntan a lo que se llama el “efecto de rebote” de las tecnologías de eficiencia energética. A medida que las luces LED se han mejorado y abaratado sus costos, las personas y los gobiernos están instalando más de ellas, contrarrestando en cierta medida sus ahorros de energía.
No obstante, la realidad podría ser aún peor, dicen los investigadores. El sensor utilizado por los instrumentos de satélite no puede detectar la luz azul emitida por algunos LED que se están volviendo populares para la iluminación exterior.
Elegir las tecnologías ligeras y ubicarlas inteligentemente debería ayudar a resolver parte del problema, dicen los investigadores. Por ejemplo, las luces ámbar son mejores que las LED blancas, y el uso de lámparas de menor intensidad reduciría la contaminación lumínica sin afectar la visibilidad.
Fuente: Christopher C. M. Kyba et al. La superficie terrestre iluminada artificialmente durante la noche aumenta en luminosidad y extensión. Science Advances. 2017.