Traducido por Brenda Moreno Espinosa
Quizás el uno por ciento de los bosques que cubrieron América hace apenas unos siglos todavía se conservan. Lo mismo puede decirse de Europa, África del Norte y Medio Oriente. La Tierra, en una época de dominación humana, está tristemente desprovista de bosques antiguos, y muchos siglos, si no milenios, deben pasar antes de que resuciten, a menos que, tal vez, se pueda diseñar la antigüedad.
“La complejidad que define a los bosques antiguos”, escribe Paul Smith en la revista Biodiversity and Conservation, “podría ser ensamblada en escalas de tiempo de menos de un siglo”.
Smith, un botánico de la Universidad de Bristol, no afirma que se podrían crear árboles genuinamente antiguos en tan poco tiempo. Pero se podrían crear muchos otros aspectos de los bosques antiguos, un término específico del Reino Unido, en otros lugares conocidos como bosques de crecimiento primitivo o clímax. “Los bosques antiguos fasciformes”, como los llama Smith, proporcionarían una valiosa incautación de carbono y otros servicios eco sistémicos y proporcionarían hogares para especies que no se encuentran en otros lugares. En un nivel más filosófico, podrían ser un correctivo útil para las culturas industriales poco acostumbradas a observar más que unos pocos aposentos económicos en el futuro.
Parte del trabajo de Smith se dedica a describir la termodinámica subyacente de la ecología: cómo los ecosistemas evolucionan con el tiempo para procesar más energía, un principio que guiaría el proceso “facsímil”. Los hongos y los líquenes podrían agregarse a los suelos relativamente empobrecidos de los bosques aún jóvenes; flora de bosque cultivada en viveros y replantada; retoños unidos en reproducciones de árboles huecos; invertebrados de movimiento lento trasplantados de las bolsas cercanas de los bosques viejos que quedan. Propiamente orquestado, esto desencadenaría lo que Smith llama una “cascada de biodiversidad”, con nuevas especies que crean nichos para otros organismos cuya llegada a su vez abre nuevos nichos.
Los procesos de ensamble de una comunidad vegetal que generalmente toman siglos, pueden ser empaquetados de forma longeva. “La intención es acelerar la sucesión natural”, escribe Smith, quien dice que los aspectos de ese programa ya están incluidos en algunos proyectos de restauración ecológica. Simplemente no se han combinado con un enfoque consciente en la reproducción de la antigüedad. Para ilustrar ésta posibilidad, menciona los bosques nubosos tropicales de la Isla de la Ascensión, un afloramiento volcánico rocoso a medio camino entre África y América del Sur. Su exuberante vegetación desciende de especímenes de jardines botánicos plantados por marineros hace apenas un siglo. No se trata de un bosque antiguo facsímil, dice Smith, ya que las especies son una nueva mezcla que no se encuentra en ninguna otra parte, pero su vegetación “demuestra lo que se puede lograr con menos intención ecológica de lo que estoy planeando”.
Algunas objeciones vienen rápidamente a la mente. Tal vez la definición de una antigüedad facsímil comparable a la real corre el riesgo de devaluar los viejos bosques que aún permanecen. “Ese argumento a menudo surge y entiendo el punto”, dice Smith, pero si bien “la vejez verdadera no puede recrearse, no siempre está protegida”. Incluso a pesar de que los bosques antiguos existentes son venerados, continúan siendo destruidos. Los proyectos de restauración que inspiran son bajos en la lista de amenazas. Tal vez el desafío de recrear la antigüedad nos enseñe a atesorar la antigüedad real aún más.
Fuente: Smith, Paul L. “Copiar bosques antiguos: una perspectiva positiva”. Biodiversidad y conservación, 2017.
Imagen: Sang Trinh / Flickr
Sobre el autor: Brandon Keim es un periodista independiente especializado en ciencia, animales y naturaleza, y el autor de El ojo de la lavandera: historias del mundo de los vivos. Conéctese con él vía Twitter, Instagram y Facebook.