Traducido por María Fernanda Enríquez
Los garbanzos, ricos en proteína, que sirve como fuente de nutrición para un cuarto de la población mundial está en problemas. Por un lado, su éxito es el producto de una larga historia de domesticación. Por otro lado, la domesticación ha disminuido la diversidad genética de la planta en un 97% – haciendo que los garbanzos no puedan soportar las lluvias impredecibles y temperaturas extremas del cambio climático.
La solución, según han descubierto los investigadores, reside en los primos silvestres de los garbanzos.
En su estudio en Nature Communications, el equipo internacional consideró los dos parientes silvestres más cercanos de los garbanzos domesticados: C. reticulatum y C. echinospermum. Ambos se encuentran solamente en partes de Turquía, creciendo en diferentes tipos de suelos, en diferentes pendientes y microclimas diferentes.
Los investigadores asumieron que esta variedad de hábitat motivaría la adaptación localizada. Para descubrirlo, buscaron garbanzos silvestres a través de 60,000 km2 en Turquía, marcando 21 parcelas de estudio donde las encontraron. Allí recogieron las semillas de las plantas y ADN, y tomaron nota de la composición química del suelo, temperatura, humedad, y lluvia en cada sitio.
Con este repositorio de información geográfica y genética, pudieron comparar los parientes silvestres con los garbanzos domesticados. Lo que rápidamente se volvió aparente es lo genéticamente débiles que son nuestros garbanzos comerciales: al examinar el genoma de las plantas, los investigadores encontraron que los parientes silvestres eran al menos 100 veces más diversos, mientras que los garbanzos domesticados habían perdido entre 93 a 97 por ciento de su variabilidad.
Cuando llevaron a cabo experimentos para ver qué tan adaptables eran las plantas de garbanzos silvestres a las variaciones de lluvia, descubrieron también que aquellos en ubicaciones más secas eran mejores conservando agua y reduciendo la pérdida de agua a través de sus hojas. En otro experimento, analizaron la respuesta de las plantas silvestres a una peste llamada plaga del barrenillo – y encontraron un grado sorprendente de resistencia en algunas variedades. Esto sugiere que los garbanzos salvajes esconden reservorios de resiliencia sin explotar que podrían ser altamente beneficiosos para los cultivos comerciales.
“Estamos ahora en una época donde podemos fácilmente descubrir que genes controlan esas diferencias,” según el autor principal Eric Bishop von Wettberg. Con esta información los criadores de plantas podrían transferir características de resistencia a enfermedades y sequías en los garbanzos domesticados volviéndolos menos susceptibles a los caprichos de un clima impetuoso. No es solamente de los garbanzos que debemos preocuparnos: el futuro de muchas otras variedades de cultivos básicos – como arroz y trigo – podría un día depender de sus parientes silvestres. Los biólogos de las plantas están codificando para reunir muestras de varias plantas para garantizar seguridad alimentaria en una era de cambio climático.
El material que los investigadores del garbanzo recogieron en campo se guarda ahora en un banco internacional de semillas y germoplasma. Pero en los años desde que su trabajo de campo se llevó a cabo, dos de sus poblaciones de estudio ya se han destruido por fragmentación del hábitat.
Esto subraya la importancia de proteger y catalogar estas poblaciones silvestres, según los autores, “como un componente esencial del futuro y herencia agrícola de la raza humana.”
Von Wettberg, et. al. “Ecology and genomics of an important crop wild relative as a prelude to agricultural innovation.” Nature Communications. 2018.
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