Con la mitad del planeta reservado para la naturaleza, ¿tendremos suficiente para comer?

Traducido por Brenda Moreno Espinosa

La idea de conservar la mitad de la superficie terrestre de la Tierra a formas ricas e intactas de la naturaleza ha despertado la imaginación conservacionista en los últimos años. Es una visión inspiradora, simple pero poderosa, una aspiración brillante en medio de la oscuridad de las extinciones y extirpaciones.

Sin embargo, entre la idea y la realidad hay mucha incertidumbre práctica. ¿Qué supondría poner a un lado la mitad de la tierra del planeta? ¿Quién tomaría las decisiones? Y, lo que es más importante, ¿qué significaría esto para la producción de alimentos, que actualmente representa el mayor uso individual de la tierra?

“Posiblemente la mayor compensación incorporada en la propuesta de Half-Earth sea para la agricultura”, escriben los investigadores dirigidos por Zia Mehrabi, especialista en sostenibilidad agrícola de la Universidad de Columbia Británica, en un estudio publicado en Nature Sustainability. Mencionan que “los costos de producción de alimentos de Half-Earth aún no se han evaluado”.

Creado en conjunto con Navin Ramankutty, geógrafo agrícola de la UBC, y Erle Ellis, científico ambiental de la Universidad de Maryland, en el condado de Baltimore, el nuevo estudio ofrece “una evaluación inicial de las posibles compensaciones globales” entre la agricultura y este ambicioso objetivo de conservación. Está lejos de ser la última palabra, pero es un buen lugar para comenzar.

Después de combinar conjuntos de datos sobre el uso global de la tierra, áreas protegidas, biodiversidad y producción de cultivos, los investigadores simularon posibles pérdidas agrícolas involucradas en diversas estrategias de conservación: separar la mitad de cada región ecológicamente distinta, o la mitad de cada país o la mitad de la Tierra en conjunto. (En esta última condición, las áreas protegidas podrían concentrarse en ciertos lugares, de modo que más de la mitad de Brasil, pero menos de la mitad de China estarían protegidas contra los daños humanos). Cada enfoque se modeló de acuerdo a si las áreas naturales existían en grandes áreas contiguas, bloques únicos para la naturaleza o mosaicos de protección y uso humano.

Si bien los resultados se adaptan mejor a una hoja de cálculo en lugar de a un formulario de párrafo, algunos números clave capturan la esencia. Utilizando la estrategia de Tierra en conjunto, las simulaciones sugirieron que el 10% de todas las calorías no alimentarias (alimento para el ganado, biocombustibles, etc.) y el 11% de las calorías alimentarias se perderían si las áreas naturales se mantuvieran grandes y contiguas. En un entorno de mosaico, esas pérdidas cayeron a cero.

Si bien la mitad de cada eco-región estaba protegida, las pérdidas aumentaron al 25% de las calorías no alimentarias y al 29% de las calorías alimentarias en los escenarios de naturaleza contigua. En los escenarios de mosaicos, las pérdidas alcanzan el 23% y el 3%, más pequeñas pero aún significativas, dadas las inminentes necesidades de varios miles de millones de humanos para finales de siglo. El equipo de Mehrabi mencionó: “No encontramos un camino claro para conservar la mitad de la naturaleza de nuestro planeta a una escala que mantenga la conectividad del ecosistema y todavía alimente al mundo”, sin que al menos algunas naciones o subpoblaciones se pierdan”.

Cuando se le pidió un comentario, Carly Vynne, planificadora de conservación de la red Nature Needs Half, aplaudió a los investigadores por enfrentar las posibles compensaciones. “Probablemente sea el tema clave a tratar”, dice Vynne. No obstante, el análisis en sí mismo, considera que “se basó en un argumento nulo, el cual hablaba sobre un posible acaparamiento global de tierras para la conservación”.

Las áreas agrícolas ricas no se retirarían de la producción, dice Vynne, y los conservacionistas ya reconocen el valor de los mosaicos y la necesidad de establecer diferentes objetivos para las diferentes regiones. “Para algunos países, como Madagascar, llegar al 10% en los lugares correctos sería una gran victoria”, dice. “En otras áreas, como la Amazonía, podríamos necesitar un 85% de cobertura forestal contigua para mantener las funciones del ecosistema, pero habría poco conflicto con la agricultura en hileras”.

Vynne también hizo hincapié en las relaciones positivas entre la biodiversidad y la producción de alimentos. Si no se protege y restaura la mitad de la naturaleza terrestre de la Tierra, es probable que se produzca “una inseguridad alimentaria mucho mayor, el desplazamiento de la agricultura y de comunidades agrícolas, así como la pérdida de servicios ecológicos que son clave para garantizar la producción de alimentos”, menciona Vynne. “Estas amenazas tienen más probabilidades de desafiar la producción de alimentos en el futuro que cualquier acuerdo de conservación”.

Es seguro que habrá más debate. Erle Ellis llama al estudio un “primer paso”, una forma de iniciar un diálogo necesario. Y como él y sus coautores señalan, también hay mucho que ganar al reducir el desperdicio de alimentos, que en la actualidad representa el 24% de todas las calorías, así como cambiar el consumo de ganado de cultivo intensivo a dietas ricas en plantas más eficientes. Eso permitiría proteger una gran cantidad de naturaleza con poco costo para las personas.

Estas son conversaciones vitales que mantener en este momento. Después de todo, hace solo unas décadas, 150 naciones firmaron el Convenio sobre la Diversidad Biológica, una promesa jurídicamente vinculante de detener la pérdida de biodiversidad para 2010. Eso, obviamente, no sucedió. Tampoco parece que el Plan Estratégico mundial para la Biodiversidad cumpla con su fecha límite de 2020, y reservar la mitad de la Tierra es aún más ambicioso. El éxito, o el fracaso, residirán en los detalles.

“Los modelos ecológicos, políticos, socioculturales, económicos y comerciales necesarios para sustentar un proyecto de conservación global de tal escala y ambición durante décadas y en el futuro profundo”, escribe el equipo de Mehrabi, “todavía no se han desarrollado”.

Fuente: Mehrabi et al. “El desafío de alimentar al mundo mientras se conserva la mitad del planeta”. Nature Sustainability, 2018. 

Foto de Patrick Shepherd / CIFOR 

Sobre el autor: Brandon Keim es un periodista independiente especializado en animales, naturaleza y ciencia, y el autor de El ojo de la lavandera: historias del mundo viviente. Conéctese con él en Twitter, Instagram y Facebook.

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