Traducido por María Fernanda Enríquez
Desde principios de la década de 1990, un número creciente de conservacionistas han abogado por la reconstrucción, una estrategia en la que las especies clave son protegidas, introducidas o reintroducidas con el fin de remodelar un ecosistema en un estado menos dominado por el hombre. El regreso de los lobos al Parque Nacional de Yellowstone y el bisonte estadounidense o europeo a las praderas de ambos continentes se encuentran entre los ejemplos de reconstrucción a escala del paisaje.
La próxima frontera en la reconstrucción podría ser el propio cuerpo humano. Los investigadores están explorando formas de cambiar el microbioma (los miles de millones de bacterias y otros microbios que viven dentro del cuerpo humano) de los habitantes urbanos modernos hacia un estado más “natural” y quizás más saludable. Según un artículo publicado recientemente en la revista Challenges, cambiar la forma en que diseñamos las ciudades podría ayudar en este objetivo.
La creciente evidencia sugiere que el microbioma influye en una serie de procesos dentro del cuerpo humano, incluidos el hambre, los ciclos de sueño y vigilia, la función inmunológica e incluso nuestras emociones. Se cree que la interrupción del microbioma contribuye a afecciones como el asma y la enfermedad inflamatoria intestinal. Un microbioma diverso se asocia con una mejor salud mental y física, pero se sabe que los habitantes urbanos tienen menos diversidad microbiana que las personas que viven en áreas rurales.
Estas líneas de conocimiento han llevado a algunos investigadores a proponer la reconstrucción del microbioma: la remodelación de los microbiomas de los habitantes urbanos para que tengan más biodiversidad y, presumiblemente, más promoción de la salud.
En el nuevo artículo, Jake Robinson de la Universidad de Sheffield en el Reino Unido y Jacob Mills y Martin Breed de la Universidad de Adelaide en Australia proponen que los planificadores urbanos se centren en la creación de infraestructura verde inspirada en los microbiomas, “características urbanas innovadoras que podrían mejorar la salud pública a través de interacciones microbianas.”
Por ejemplo, imaginan jardines en la azotea que ponen a las personas en contacto con microbios beneficiosos. Las paredes verdes y los setos podrían exponer a las personas a la biodiversidad y protegerlos del ruido y la contaminación.”
Si el hábitat urbano tiene más biodiversidad, las personas que viven allí y usan el espacio deberían tener microbiota más diversa, lo que dará como resultado un mejor funcionamiento de los sistemas inmunológicos”, argumentan los autores.
Por supuesto, hay muchas compensaciones y complejidades a considerar. Los planificadores urbanos tendrían que asegurarse de que las paredes verdes y los setos no aumenten la concentración de contaminantes o la exposición al alérgeno, o se conviertan en hábitats para los vectores de enfermedades.
Los microbiomas más diversos se encuentran en personas que viven en un estilo de vida de forrajeo, por lo que los investigadores abogan por el diseño de espacios verdes urbanos que fomenten el comportamiento de forrajeo: la comunidad y los jardines de parcelas, los bosques de alimentos, los árboles frutales de las calles.”
También es importante tener en cuenta que además del potencial intercambio microbiano que induce la salud, la jardinería comunitaria puede generar otros beneficios para la salud y el bienestar (por ejemplo, a través del ejercicio físico, la restauración psicológica y la conexión con la naturaleza) y mejorar la cohesión social”, escriben los investigadores.
Para maximizar los beneficios para las generaciones más jóvenes, sugieren ubicar una infraestructura verde inspirada en los microbiomas cerca de las áreas donde los jóvenes ya pueden pasar el tiempo, como los parques de patinaje. O bien, esta infraestructura verde podría integrarse con tecnología como Pokemon Go.
La infraestructura verde inspirada en los microbiomas que describen también podría promover la conservación de la biodiversidad y crear corredores de vida silvestre. Así que los beneficios no son sólo para los humanos.
El documento es conceptual: los investigadores no explican qué árboles y qué arbustos plantar para promover qué especies microbianas. Serán necesaria más investigación sobre el microbioma humano y cómo se ensamblará antes de que se puedan escribir tales prescripciones específicas.
Aún así, el artículo ofrece una nueva e interesante forma de pensar sobre lo salvaje en diferentes escalas. “¿Existen ciertos hábitats naturales que pueden optimizar las interacciones con la microbiota que induce la salud? ¿Podemos aislar diferentes especies microbianas y manipular comunidades para mejorar estas interacciones?”, Preguntan los autores. “La investigación está en su infancia, pero el potencial es inmenso”.
Fuente: Robinson J.M. et al. “Ecosistemas ambulantes en infraestructura verde inspirada en microbios: una perspectiva ecológica para mejorar la salud personal y planetaria.” Challenges. 2018
Foto: E. coli bacteria. Credito: National Institute of Allergy and Infectious Diseases via Flickr.