Investigadores documentan un plan de 30 años para reconstruir la vida oceánica

Traducido por María Fernanda Enríquez

Desde la década de 1930 hasta 1998, las bahías de la costa este de Virginia estaban casi desnudas, vaciadas por un huracán y una enfermedad que debilita la hierba de anguila. Hoy en día, albergan miles de acres de hierba de anguila, que sustentan un próspero ecosistema de peces, crustáceos, aves marinas y vieiras de laurel. Todo lo que necesitó fueron unas tres décadas de atención sostenida.  

En un nuevo artículo en Nature, un grupo de investigadores sugiere que esta historia de éxito puede ampliarse mucho, mucho más. Si acertamos en muchas cosas, “para 2050 se podría lograr una recuperación sustancial de la abundancia, estructura y función de la vida marina”, escriben los autores, caracterizando el esfuerzo como “un Gran Desafío factible para la humanidad”.  

El gran problema, por supuesto es, el cambio climático, que los autores llaman “el telón de fondo crítico en el que se desarrollarán todos los esfuerzos futuros de reconstrucción”. Si no controlamos nuestras emisiones, estamos, en esto como en muchos esfuerzos, esencialmente hundidos.

El desafío es casi tan grande como se ven. En este momento, los humanos están sacando demasiados peces del océano y bombeando demasiados contaminantes al mismo. A medida que la tierra se calienta y los niveles de agua aumentan, los ecosistemas costeros se desmoronan y los submarinos pierden el oxígeno del que dependen. Pequeñas algas están huyendo de sus hogares coralinos, dejándolos blanqueados y vacíos. Enormes ballenas se van a la playa, con sus sentidos de navegación afectados por radares.

Pero no tiene por qué ser así. Los estudios de caso muestran que “muchas especies marinas son capaces de recuperarse una vez que se reducen o eliminan las presiones”, escriben los autores. Los animales marinos icónicos, desde las ballenas jorobadas hasta las tortugas marinas, están experimentando rebotes en la población. Los hábitats vitales, incluidos los arrecifes de ostras de la costa este, los manglares del delta del Mekong y los prados de pastos marinos de Florida, son curativos.  

Algunas de estas recuperaciones fueron esencialmente accidentes. Por ejemplo, la disminución de la población de ballenas se redujo parcialmente por la introducción de farolas eléctricas y de gas, lo que redujo la demanda de aceite de ballena.

Una mayor recuperación requerirá todo esto y más, y exige “el apilamiento estratégico de una serie de acciones complementarias”, que incluyen la reestructuración de estrategias de cosecha, el descubrimiento de nuevas técnicas de eliminación de contaminantes y la reserva de más áreas para la protección, escriben los autores.  

Si lo logramos, para 2050 podría ser posible “una recuperación sustancial (es decir, 50-90%) de muchos componentes de la vida marina”, dicen: “Estamos en un punto en el que podemos elegir entre un legado de resiliencia y un océano vibrante o uno “irreversiblemente interrumpido”. Y si lo hacemos bien, las recompensas están a la vuelta de la esquina.

Fuente: Duarte et. al., “Reconstruyendo la vida marina.” Nature. 2020.

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