Los antioxidantes del vino tinto podrían ayudar a reducir el desperdicio de alimentos.

Traducido por María Fernanda Enríquez La mayoría de nosotros hemos tenido la desafortunada experiencia de descubrir una fruta que gotea y se daña en el fondo de un cartón de plástico. Ahora, los investigadores pueden tener una solución: una esterilla de nanofibras flexible, infundida con antioxidantes aislados del vino tinto, podría ayudar a resolver este inconveniente, junto con el enorme desafío del desperdicio de alimentos a nivel mundial. Cada año se desperdician varios millones de toneladas de alimentos en todo el mundo, en parte debido al deterioro. Uno de los principales culpables de ese deterioro es la oxidación, un proceso natural que ocurre cuando el aire que entra en contacto con los alimentos y desencadena una cadena de reacciones moleculares, desencadenando la liberación de nuevos compuestos, que es lo que hace que los alimentos se vuelvan marrones, se ablanden, emitan olores desagradables y generalmente se vuelvan desagradables. Pero, los antioxidantes pueden ralentizar este proceso estabilizando las moléculas y, en el caso de los productos, mantenerlo fresco durante mucho más tiempo. El desafío es encontrar una manera de proporcionar una fuente sostenida de antioxidantes para tratar los alimentos. Escribiendo en la revista ACS Applied Materials and Interfaces, los investigadores de la Universidad de Texas A&M explican cómo su esterilla, erizada de fibras con infusión de antioxidantes, podría proporcionar una solución. Para elaborar el tapete, primero tenían que encontrar un antioxidante adecuado. Para esto, se decidieron por el ácido tánico, una molécula que abunda en el vino tinto, y se sabe que es rica en antioxidantes, gracias a los compuestos que contiene, llamados polifenoles. Una ventaja adicional del ácido tánico es que también contiene propiedades antibacterianas y antivirales. Luego, los investigadores mezclaron el ácido tánico con polímeros, para crear el sustrato que pasaría a formar la estera. Para transformar esto en un material fibroso, utilizaron una técnica llamada “electrohilado”. Este proceso se basa en el uso de una carga eléctrica para extraer hilos microscópicamente finos, con diámetros a nanoescala, de una jeringa. Usando esas fibras, los investigadores pudieron tejerlas en una estera de tela. Los investigadores inventaron las esterillas con una diversidad de aplicaciones biomédicas y ambientales en mente. Pero la industria alimentaria es un claro beneficiario potencial, dice Svetlana Sukhishvili, autora principal del estudio y profesora de ciencia e ingeniería de materiales en la Universidad Texas A&M. “La oxidación es una parte esencial del deterioro de los alimentos, por lo que los materiales de recubrimiento o empaque que ralentizan la oxidación son prometedores para proteger los alimentos”, dice ella. Sukhishvili explica que los investigadores aún no han probado los tapetes con comida. Pero cree que hay varias maneras en que el producto versátil podría usarse para mantener los alimentos frescos. “En este punto del desarrollo de la tecnología, prevemos la aplicación a escalas más pequeñas, como para envolver o forrar papel para bandejas de frutas y verduras”. Esta no es la primera vez que los científicos desarrollan esteras antioxidantes. Pero generalmente, se han hecho en láminas delgadas, planas y unidimensionales. El beneficio de esta nueva invención es que el uso de fibras a nanoescala aumenta drásticamente el área superficial y, por lo tanto, aumenta la exposición a los antioxidantes. Además, los investigadores descubrieron que sus esteras podían seguir emitiendo ácidos tánicos y sus antioxidantes asociados en los alrededores durante hasta 20 días. Esta gran ventana de protección podría cambiar las reglas del juego para mantener los productos frescos a lo largo de la cadena de suministro y en los supermercados, y potencialmente incluso en los hogares de los consumidores. Al hacer la esterilla, los investigadores también seleccionaron un polímero llamado polyvinylpyrrolidone, que puede usar hidrógeno para unirse especialmente bien con el ácido tánico. Esto hizo que las esterillas fueran 10 veces más fuertes que otras que le han precedido, lo que también significa que podrían cumplir de manera más confiable su función antioxidante. Además, “lo más importante, los componentes de nuestras esteras de fibra son “comestibles”, o se consideran generalmente seguros para el consumo de alimentos”, agregó Sukhishvili. Con un mayor refinamiento, que es el próximo objetivo de los investigadores, esta esterilla fibrosa podría algún día poner fin a la fruta de fondo empapado y convertirse en una herramienta valiosa para combatir el desperdicio de alimentos. Fuente: Sukhishvili et. al. “Hydrogen-Bonded, Mechanically Strong Nanofibers with Tunable Antioxidant Activity.” ACS Appl. Mater. Interfaces. 2020. Imagen: 123RFs.

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